Aunque niño y
acostumbrado a oír cuentos, leyendas e historias y poder ver con la
mirada de los niños ese entorno mágico que lo rodea todo en las Tierras
Altas, recuerdo que me costaba creer que fuera cierto.
Decían
que podía ocurrir en cualquier lugar, en la espesura de la Fraga o en
las cumbres de la sierra, en campo abierto o por medio de un pueblo,
bajo la lluvia o sobre la nieve, en cualquier lugar podía aparecer un
enorme caballo blanco galopando como poseído por el viento, que pasaba
una y otra vez, y nunca paraba. Esto es por cierto lo que mas me
extrañaba, ¿como es que no paraba para comer?.
Su
llegada era precedida por un ruido ensordecedor, como de mil truenos
juntos. Todos se tapaban los oídos porque nadie lo resistía, ni siquiera
un sordo que había en Celeiros.
Los perros que tienen un oído muy fino,
lo oían antes y cuando salían huyendo como del mismo demonio sin que
nadie notara la causa, todos pensaban inmediatamente "o cabalolouco"
pues así era llamado. Cuando la casualidad hacia que fuera a pasar
cerca de una iglesia, por arte mágica las campanas se ponían a tocar
solas anunciando su llegada.
Las crines eran enormes y se le juntaban con el pelo de la cola. Parecía como una manta de pelo tendida al viento norte. Corría mas rápido que el caballo mas rápido que se conocía. Si había un obstáculo saltaba volando por encima de él con pasmosa facilidad.
A veces como en la
Fraga, no se le podía ver, pero el retumbar del galope de sus cascos no
daba lugar a dudas. Cuando galopaba por la noche, sus crines daban una
luz amarilla intensa, si cruzaba un pueblo, de repente parecía de día.
Muchas eran las explicaciones que se le daban, aunque lo que para todos estaba claro es que este ser no era de este mundo. Seria el caballo de algún mouro, ¡o de una meiga!. Seria un hombre convertido en caballo en vez de en lobo por algún sortilegio...
Cuando
aparecía, daba la impresión de estar en todas partes al mismo tiempo.
Una vez un padre de familia lo vio cuando estaba arando cerca de su
pueblo, y al llegar a casa por la noche, uno se sus hijos le contaba que
lo había visto por la Fraga al mismo tiempo, y cuando al día siguiente
bajo de la montaña el otro hijo que estaba cuidando el ganado, también
el lo había visto en la sierra. Todos coincidían en haberlo visto a la
misma hora.
Algunos creían que dormía dentro del río, pues se veían luces corriendo por debajo del agua.
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XOAN ARCO DA VELLA
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