martes, 9 de octubre de 2012

LEYENDA DE MARINA

LEYENDA DE MARINA



     Aquella mañana nació muy nublada. Unas enormes nubes grisáceas cubrían el cielo y lo tornaban de un color negruzco, "tiempo del norte" como diría el abuelo.

     En lo que diría el abuelo estaba pensando Marina cuando le oyó llamarla para desayunar. Cuando bajó, el abuelo ya había calentado la leche y toda la casa olía a pan tostado. Después de desayunar, Marina y el abuelo bajaron a la playa como cada mañana y lentamente fueron avanzando por la orilla hasta alcanzar la ría. Al llegar a la ría, el abuelo miró al cielo y tras mover la cabeza en señal de desaprobación dijo:"tiempo del norte". 


     Ella sonrió por lo bajito pero el abuelo no se percató, había bajado la cabeza y comenzaba su trabajo.
Marina le observaba, sus forzudos brazos se deslizaban en la arena y la rascaba enérgicamente donde había un montoncito, sólo en el montoncito de arena con algunos agujeros estaban las almejas y los berberechos. 

     Al poco tiempo su rostro se iluminaba y sacaba una almeja o dos si había suerte. Si no la había rascaba la arena con un rastrillo y cuando desistía volvía a empezar. Le gustaba mirar a su abuelo. Se acordaba de las historias que le contaba al lado del fuego de la lumbre, ya de noche. Solía contar historias de sus tiempos de lobo de mar, de piratas, de sirenas, de naufragios...Marina le miraba con avidez y escuchaba con atención y en absoluto silencio las historias de su abuelo. 

     Cuando el abuelo acababa se iban a la cama ya que al día siguiente tenían que madrugar pero a veces se quedaba dormida junto al fuego y el abuelo la cogía en brazos y tiernamente la metía en la cama. Entonces soñaba con sirenas, con el mar y también soñaba con que su abuelo hiciera realidad su sueño: volver a navegar.



     Lo que le sorprendía a Marina era el tatuaje en su brazo izquierdo,era un ancla azul con unas algas alrededor en la que se adivinaba su antigua profesión. A veces el abuelo parecía taciturno y pensativo, eso era cuando pensaba en alta mar, en volver a izar velas y salir del pueblo. 

     Ella imaginaba que era Cristóbal Colón con sus carabelas pero un día se lo dijo al abuelo y lo único que el hizo fue soltar una sonora carcajada; luego volvió a mirar el mar y volvió a su antigua posición de silencio.Ahora sabía que eso no era cierto pero aún se le imaginaba con aires de descubridor y de pirata...También hoy pensó en sus padres que trabajaban en la ciudad. Marina les enviaba una carta cada semana, el abuelo la ayudaba. 


 
     A veces les metía conchas, nácar, trabajos que hacía en la escuela...Luego sólo tenía que esperar. Cuando desayunaba y se iban a la ría, ella le preguntaba al cartero si tenía algo para ella. Luego el cartero rebuscaba en su enorme cartera de piel algo descosida y le daba una carta. Entonces a Marina le temblaba todo el cuerpo y reía feliz mientras la agitaba. Aunque Marina les escribía una carta a la semana, sus padres tardaba un mes en contestar. 

     Entonces iba corriendo a decírselo al abuelo que se la leía a Marina en voz alta en un descanso del trabajo y luego se la daba a ella para que las guardase en una cajita de zapatos forrada de papel rosa que hizo en la escuela. Ella misma había hecho un adorno con una gran carta para que todo el mundo viese la finalidad de su cajita. La maestra la felicitó y sus compañeros le aplaudieron. Fue la única vez que la felicitaron porque la maestra la reñía constantemente porque decía que "estaba en la nubes". 


 
     Un día, cuando Marina estaba muy harta de la frase de su profesora le respondió: "No señorita, no estoy en las nubes,estoy navegando con mi abuelo en alta mar y unas sirenas nos siguen y..." No la dejaron continuar, los niños estallaron en carcajadas y la maestra la castigó de cara a la pared. Cuanto la dolió que no la creyeran... 

     Luego se dedicó a rascar la arena con un palito por si encontraba alguna almeja para el abuelo, pero ya oía las voces de los niños que iban a casa a comer después del partido en la playa y el sonido de los barcos en el puerto, era hora de regresar.




     

     El abuelo cogió su saco lleno de almejas y con ayuda de su nieta lo llevó hasta el mercado. Allí se lo vendió a la señora Fina, que como todos los días pesó el saco en su báscula y les pagó por la cantidad de almejas cogidas. El abuelo metió unos billetes en su bolso roído del pantalón y salieron del mercado.

     Al llegar a casa Marina se dio cuenta de que algo le pesaba en el bolsillo. Cuando metió la mano en el bolso de su vestido comprobó que era una concha de almeja entreabierta y al abrirla aparecieron unas cuentas de collar echas de coral y nácar. "¡Qué bonitas!" pensó Marina. Y rápidamente fue a enseñárselas a su abuelo.

 
     Su abuelo, tras examinarlas, le dijo que eran cuentas del collar de una sirena y que podía pedir un deseo que las sirenas se lo concederían para recuperar el collar. Marina miró las cuentas embobada mientras el abuelo ponía la mesa y la miraba con dulzura y a veces se le escapaba una risita al ver el interés de su nieta. Después de comer Marina se quedó dormida y pensó en que deseo iba a pedir. Podía pedir que regresaran sus padres, pero el abuelo le decía que esos deseos no se podían cumplir porque no dependía de ella, luego le hablaba del trabajo del dinero y del gobierno y de un montón de palabras que Marina no entendía bien. Pensó en que quería ser la mejor en la escuela pero sabía que eso no la iba a hacer feliz. ¿Para que quería unos amigos que no eran capaces de sentir el mar y las cosas importantes de la vida? Sus compañeros eran crueles con ella. 


     La decían que no tenía padres y que era porque no la querían y cantaban haciendo un corro: "Marina la mandarina sueña con el mar. Ha visto sirenas ¿quién la creerá?" Además corría el riesgo de convertirse en una niña egoísta y tonta como las demás. Por más vueltas y vueltas que le dio a la cabeza se dio cuenta de que no tenía ningún deseo que pedir así que pensó en pedir un deseo para el abuelo mientras estrujaba contra su pecho las cuentas de coral...
 
     
     Cuando Marina se despertó no vio al abuelo en casa y decidió ir a buscarle a la playa, el cielo se había despejado y el sol quemaba la arena. Marina fue hasta la ría pero el abuelo no estaba allí. Poco después le vio que venía del muelle y le dijo: "¡Marina, Marina! ¿Te acuerdas de mi amigo Froilán el viejo lobo de mar? Pues me ha propuesto ir a alta mar durante unos meses en su barco. ¿ No es maravilloso.?" Marina asintió con la cabeza y dejó proseguir al abuelo. "Tú te quedarás en casa de su mujer que tiene unos nietos con los que podrás jugar, sólo por unos meses". 

      Marina se alegró por su abuelo y le sonrió mientras le seguía con la mirada hasta que su silueta regresó al muelle. Al poco tiempo y mientras su mirada se perdía en el horizonte, oyó una voz en el mar que la llamaba: "Marina, Marina, ven" Era la voz de una mujer. Marina sujetaba con una mano sus cuentas de collar mientras escuchaba la misteriosa voz que la llamaba. La niña acudió sintiendo el frío del agua en su cuerpo, poco a poco. Después vio unas formas humanas llenas de escamas pero con una larga cabellera que enroscaban el diminuto cuerpo de la niña. Los ojos de esos seres eran incoloros o se confundían con los de las aguas.

 
     A Marina la parecieron seres muy bellos y casi divinos y se percató de que tenían los rasgos que ella veía en sus sueños, eran sirenas. Marina se asustó cuando comprobó que su cabeza no asomaba por la cresta de las olas pero para su sorpresa podía respirar y a pesar de que llevaba nadando un buen trecho no le pesaban las piernas. Al mirar atrás para saber si se había alejado mucho de la costa descubrió que sus piernas se habían convertido en algo resplandeciente y rugoso, al tocarlo se dio cuenta de que era una cola de escamas, como las sirenas que la arrastraban hacia el fondo cantando. 

     Poco a poco los cantos se fueron haciendo mas fuertes y llegaron hasta una ciudad hecha de nácar y coral. Las sirenas le dieron un collar y se lo pusieron en el cuello aunque faltaban algunas cuentas. Marina abrió su mano y metió las cuentas que encontró en la concha de la ría en el hilo del collar. Las sirenas parecieron sonreír. De pronto se oyó un ruido, un ruido que se asemejaba a la sirena de un barco. Las sirenas cogieron las pequeñas manos de Marina y la llevaron a la superficie. Allí vio un gran barco que se alejaba hasta el infinito. 

     El capitán del barco era un anciano familiar para Marina, parecía el abuelo y más tarde lo corroboró al ver el tatuaje en su brazo.Al fijarse con mayor detalle en el barco descubrió una inscripción, el barco se llamaba: Marina. Una lagrimita se escapó de sus ojos incoloros y calló en el agua por eso nadie se dio cuenta. Marina sabía que ella era un estorbo para el sueño de su abuelo y que sus padres nunca la irían a buscar así que deseó quedarse junto a sus hermanas las sirenas. Y con ellas se fue alejando y alejando entre las aguas de un mar infinito.



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XOAN ARCO DA VELLA

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