martes, 2 de octubre de 2012

EL VAPOR SANTA ISABEL - NAUFRAXIO


EL VAPOR "SANTA ISABEL"





Faro de Sálvora


     
      El vapor "Santa Isabel", propiedad de la Compañía Trasatlántica Española, fue construido en acero con la técnica de remaches en la Sociedad Española de Construcción Naval, en Matagorda (Cádiz), en 1.915, siendo dotado de las técnicas más modernas de la época. Desplazaba 2.492 toneladas, con una eslora y manga máximas de 88'85 mts. y 12'19 mts. respectivamente.


Santa Isabel
 
    Era impulsado por dos hélices de cuatro palas accionadas a vapor con una potencia de 1.350 CV., pudiendo alcanzar los 12'5 nudos, siendo su velocidad de crucero habitual de 9 nudos. También estaba dotado de velas, para aprovechar los vientos y ahorrar carbón en sus travesías.


Santa Isabel

     El Santa Isabel pertenecía al tipo de barcos llamados popularmente "correos", los cuales se dedicaban a transporte de carga general y pasajeros; fue construido para cubrir la línea marítima Bilbao-Cádiz-Canarias-Fernando Poo, para ello en su construcción se había tenido muy en cuenta la seguridad del pasaje y de la tripulación (cerca de 500 personas en total) siendo habilitado con ocho botes salvavidas con una capacidad total de 390 personas y más de 400 salvavidas.



Pazo de Sálvora



     El 20 de Diciembre de 1920, el "Santa Isabel" inicia en Cádiz el que sería su último viaje. Su destino el puerto de Pasajes, para dejar carga y pasaje, y a la vuelta recorrer diversos puertos del norte de España (Pasajes, Bilbao, Santander, A Coruña, Villagarcía de Arosa, Vigo) con el fin de recoger emigrantes con destino al puerto de Cádiz, donde embarcaban en barcos de mayor porte y más veloces (denominados popularmente 
"Trasatlánticos") que cruzaban el Atlántico con destino a diversos puertos de América.


Interior Santa Isabel

     El 1 de Enero de 1.921, después de recalar en los puertos de Pasaje, Bilbao y Santander, atracaba a primeras horas, recién estrenado el año, en el puerto de A Coruña, donde el capitán Dn. Esteban García Muñiz inscribió en el padrón municipal a pasaje y tripulación, tal como lo disponía el Instituto Geográfico y Catastral.


 Interior Santa Isabel

     A la una de la tarde de ese mismo día, dado que todos los pasajeros estaban a bordo, el capitán decide adelantar la salida (tenía previsto zarpar a las cuatro de la tarde), su destino el puerto de Villagarcía. En el momento de la salida del puerto, el "Santa Isabel", llevaba a bordo 84 tripulantes y 187 pasajeros, así como diversa carga general. Las previsiones metereológicas eran de mar picado con cielos cubiertos, con posibilidad de lluvias, y un aumento progresivo de la fuerza del viento.



Faro de Sálvora

     Sobre las diez de la noche, estando el buque a la altura de Finisterre, comenzó a desatarse un fuerte temporal del sudoeste, con fuertes lluvias que dificultaban la navegación del barco, lo que obligó al pasaje a retirarse a sus literas, mientras que el capitán ordenaba reducir la velocidad del buque y correr las cortinas de la banda de estribor para que la luz del interior del buque no impidiera ver el mar, y decidió permanecer en el puente y postergar la cena hasta llegar al puerto de Villagarcía, para dirigir personalmente la navegación.

     Sobre la doce y media de la noche, después de haber tomado referencia de los faros de Corrubedo y del la isla de Ons, para determinar su situación, comenzó a caer una lluvia tan intensa que impedía la visibilidad de ambos faros, por lo que el Capitán decide reducir todavía más la velocidad.




     
     Navegaba el "Santa Isabel" casi a la deriva, tomando como referencia el faro de Ons, cuando el Capitán se da cuenta de que en la proa del buque, entre las rompientes, aparece una roca, aunque ordenó inmediatamente dar marcha atrás a toda máquina, el fuerte mar de fondo del suroeste montó al buque sobre los bajos de "Pegar", a escasos 200 metros de la isla de Sálvora, en la entrada a la ría de Arosa, quedando el barco apoyado de popa sobre su aleta de estribor. Era la una y media del día 2 de Enero de 1.921.


Interior Santa Isabel

     Inmediatamente se ordenó avisar al pasaje y el abandono inmediato del buque, pero a los quince minutos del embarrancamiento se apagaron las luces, aumentando el pánico entre los pasajeros y dejando sin suministro a la estación de radio, el radiotelegrafista Dn. Angel González Campos, muerto en el naufragio, apenas pudo transmitir: "Estamos encima de las rocas de Salvora"




    Estas escasas señales fueron recibidas por Finisterre radio y el buque Flandre, de bandera francesa, quienes ante la ausencia de respuesta sobre el lugar del naufragio no pudieron ayudar en labores de salvamento hasta pasadas varias horas cuando el barco Cabo Menor, en ruta a Villagarcía confirma la situación a Finisterre radio. El resultado fue el de 213 víctimas, entre muertos y desaparecidos, salvándose únicamente 27 tripulantes y 29 pasajeros.



     
     Las declaraciones realizadas en fechas posteriores al naufragio, en distintos medios de la época, por el segundo oficial Dn. Luís Cebreiro, pueden hacernos ver parte de la magnitud de la tragedia:

     "A eso de la una y media, aproximadamente, de la mañana del domingo día dos y estando descansando en mi camarote que estaba bajo el puente, sentí un fuerte golpe en el buque y empecé a vestirme y, al momento, se presentó el capitán, avisándome de que encallara el buque y dando órdenes para proceder al salvamento del pasaje y tripulación. Salí rápidamente de mí camarote y subí al puente. Allí estaban el capitán y el primer oficial con pasajeros que se proponían salvar. Yo bajé a atender a muchos que estaban en la cubierta de botes de babor, pues los de estribor los destrozó el mar contra el barco, por ser el costado que daba de donde venía el mar. De babor se arrió un bote con tripulación y pasaje que pudo salir; pero más tarde supe, cuando llegué a tierra, que ese bote se destrozara contra la isla de Sálvora".

     "Viendo que daba el fuerte mar reinante contra el vapor que estaba ya sin luz decidí trasladarme con todos ellos a la cubierta de popa, pues podría quedar aquella parte fuera del agua y de ésta forma podrían acudir en nuestro auxilio. Así lo hice y pasé con todos a aquella parte animándolos y allí los agrupé al lado del bote nº 8 que estaba en la parte de babor".


 Santa Isabel

     "Oí, decía el segundo oficial, gritos pidiendo varias personas auxílio, voces que partían del fumadero de segunda clase y bajé y allí estaban varios hombres y mujeres del pasaje, y los llevé a donde podían estar más seguros, al lugar mencionado. Por si aquella parte del buque se hundiese, los metí dentro del bote a todos y quedamos tres fuera del bote, yo y otros dos más que supiesen nadar para que el bote no fuese muy cargado. También se metió el primer maquinista, Dn. Miguel Calvente, que falleció de frío cuando llegaba a tierra y quién ordenó que se abriesen las válvulas de seguridad de las calderas al abandonar el correo cuando empezó a entrar agua en ellas".



 Santa Isabel

     "Acurrucada en un rincón de la cubierta, una madre intentaba amparar y cubrir con su cuerpo a cinco infelices criaturas. Durante un tiempo las olas, furiosas y gigantes, parecían respetar aquel cuadro de ternura y amor. Cambió el viento, y el mar se abalanzó sobre las inocentes víctimas. Fue un momento de angustia sin igual ver como cada ola iba arrancando un hijo de los brazos de aquella madre, a quien ahogaba el dolor. Con el último de los hijos, al que abrazó desesperadamente, llevó el mar la figura más hermosa de madre que contemplé en mi vida".

     "Amaneció y siempre tenía la esperanza de que llegasen auxilios y no tuviésemos necesidad de arriar el referido bote, pues, dado el mar que había, resultaría peligroso, pero a eso de las nueve de la mañana empezó a hundirse aquella parte de la popa, seguramente porque partiera en dos el barco, quedó el salvavidas sobre los calzos y llegó el mar a donde estaba y flotó, quedando fuera del barco con todos los que metiéramos dentro del mismo, quedando en la cubierta algunos que sabían nadar, y que se metieron, al caer al agua arrastrados por otro golpe de mar, dentro del mismo, con los demás náufragos. Salieron bogando con dos remos dos marineros del buque y otro que era de Palmeira, ya viejo, gobernando el bote.


Santa Isabel


    Quedamos yo y un pasajero joven, que agarré en el agua ya que no sabía nadar, y, aunque desde el bote nos ofrecían sitio, les manifesté que, por ir muy sobrecargado no quería embarcar, pues era peligroso, y dejé embarcar al joven que yo llevaba nadando. Así siguieron por sus medios en dirección a la isla y, más tarde y ya bastante separados del buque, supe en tierra que fueran auxiliados por dos dornas de la isla de Sálvora, una tripulada por mujeres y otra por hombres.

     Continué yo nadando, aunque era peligroso, fui a la isla y a ella llegué después de luchar mucho con el mar, pues intenté ir nadando a una ensenada de Sálvora llamada Besugueiros. No me fue posible y entonces, sorteando las rompientes, pude llegar a otro sitio de la misma donde se encontraba un grupo de mujeres y algunos hombres haciendo señales indicándome el lugar mejor para que llegase y, una vez allí, me auxiliaron y vendaron los pies, por herirme en las piedras, pues iba descalzo para poder nadar mejor. Se portaron todos muy bien conmigo y me llevaron al faro nuevo que aunque no funcionaba aún, vivían en el, y allí me dieron una cama, por no servirme ninguna de las ropas de las que me traían, pues soy de mucha estatura. Cuando desperté, me trajeron el traje ya seco y me vestí. Fui en el vapor Rosiña a Riveira, donde se encontraba en el puerto mucha gente que me animó y atendieron mucho a todas las personas que se salvaron".


 
     Desde estas líneas queremos rendir un gran homenaje a todas aquellas personas que colaboraron en el auxilio y ayuda a los náufragos, evitando que la tragedia fuese todavía mayor:

     A Josefa Parada, Cipriana Oujo y María Fernández Oujo, que sin pensar en los riesgos que corrían se embarcaron en una pequeña dorna y ayudaron, remolcando con cabos, a salvar a los náufragos del bote nº 8, así como a otros náufragos, que trajeron de remolque en varios viajes al no poder embarcarlos en tan débil embarcación. En total salvaron a 48 náufragos. Como reconocimiento recibirían posteriormente la medalla de Salvamento Marítimo, así como diversas condecoraciones, pasando a la historia con el nombre de Heroínas de Sálvora.



 Las heroínas de Sálvora

     A Don. Miguel Calvente Villalva, primer maquinista, y al fogonero Dn. Manuel Flores Martínez, muertos en el accidente, que al abrir las válvulas de seguridad evitaron que explotasen las calderas, con los graves riesgos que esto entrañaría para los que estaban en el barco.

      A Don. Luis Cebreiro, segundo oficial, que gracias a su coraje y valentía colaboró en la salvación de los embarcados en el bote nº 8. Fue condecorado por la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos con la Medalla de Oro, por el Gobierno con la Cruz de la Orden de Beneficencia de primera clase, y por el rey Alfonso XIII con la Cruz del Mérito Naval.



     A Don. Antonio Pescador Saberón, capellán del "Santa Isabel", muerto en el naufragio, que se negó reiteradamente a subir a los botes, dándole incluso a los pasajeros los salvavidas que la tripulación le daba para su uso personal, quedándose en el barco confortando y animando a los náufragos hasta que una ola lo arrebató de la cubierta.


 Las heroínas de Sálvora

     Al pueblo de Ribeira que de forma ejemplar ayudó a los supervivientes, los cuales fueron acogidos en distintas casas particulares, lo que fue elogiado en diversos periódicos de la época, y que el rey Alfonso XIII reconocería posteriormente al concederle el título de "Muy Noble, Muy Leal y Muy Humanitaria Ciudad"


 
XOAN ARCO DA VELLA

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